Marino Grueso, impulsor de la lectura en Guapí
Página 1 de 1.
Marino Grueso, impulsor de la lectura en Guapí
Febrero 6 de 2008
Marino Grueso, impulsor de la lectura en Guapí
A Marino Grueso nada le parece demasiado lejano ni demasiado difícil. Ni remontar el río Guapi, durante dos horas y media en canoa, para llegar a la lejana vereda de Santa Clara, donde ha entregado libros y ha hecho actividades de lectura, ni sacar adelante una Casa de la Cultura que estaba en ruinas, cubierta de lama y agua verde, a la que pocos se asomaban.
Hijo del mar, pues nació en un barco a una hora de Guapi, Marino tiene apenas 25 años y ha logrado cosas sorprendentes.
Ha gestionado donaciones de bibliotecas convencionales -con libros infantiles y de consulta- y bibliotecas pilotos -que incluyen área de computadores- a 28 veredas de Guapi (Cauca) y consiguió no solo que el casco urbano recuperara su biblioteca pública, la Helcías Martán, que estaba prácticamente abandonada, sino que se abriera la de la Universidad de Las Islas Baleares-Guapi, con donaciones españolas.
A pesar de todo lo que ha hecho, Marino es el hombre más sencillo del mundo.
Vive en una casa de dos pisos con 16 personas, entre sus padres, hermanos y sobrinos. No comparte habitación, lo cual lo hace decir que allá no viven "hacinados". No piensa mucho en su pinta: usa siempre bluyines, camisetas y, si se puede, esqueletos. Y no anda demasiado pesado: dejó de lado la idea de una biblioteca personal, porque considera que cuando uno lee un libro debe regalarlo inmediatamente; por eso ha comprado El libro de los abrazos, de Eduardo Galeano, unas diez veces.
Su madre es maestra del Colegio San José, de Guapi, y su padre, transportador fluvial. Marino dice que en el colegio nunca lo impulsaron a ser lector. "Es triste, porque aquí no leen ni los profesores", comenta.
Cuando se fue a Medellín a seguir la carrera religiosa, Marino empezó a estudiar filosofía. Ahí le dieron una gran dosis de clásicos griegos, entre ellos La Ilíada y La Odisea, que le gustaron tanto que los leyó tres veces cada uno.
Después, él solo, descubrió a Galeano y a Gabriel García Márquez: "Todos los sentimientos habidos y por haber están en Cien años de soledad. Ese libro me hizo desde llorar hasta morirme de la risa", afirma Marino cerca del anaquel de 'Gabo' en la Biblioteca Helcías Martán, donde también funciona la Casa de la Cultura de Guapi.
A la calle y en altavoz
Todas las tardes, a las 4 p.m., Marino -director de ambas instituciones- les lee en voz alta alguna historia a los quince niños que usualmente están presentes. Lo ayudan jovencitos que
prestan su servicio social.
Para ampliar la cobertura del amor a los libros, algo complejo en un pueblo con una gran tradición oral, Marino y su equipo sacan al parque un equipo de sonido y un altavoz, con el que invitan al encuentro y a través del cual leen un cuento o un fragmento de una novela. Para abarcar todos los frentes, Marino ubica sobre la acera libros de costura, modistería, arreglos florales, carpintería, plomería, etc. "Así la gente se acerca y ve que los libros también le sirven", dice con convicción.
Pero aún falta mucho. Aunque Marino se siente apoyado por las autoridades guapireñas -jamás olvida la ayuda de la ex alcaldesa Brasilia Romero-, la apatía de la gente corriente de su pueblo le quebranta el ánimo. "¿Qué es lo más difícil del trabajo?", se le pregunta. "Que la gente aquí casi no reconoce lo que uno está haciendo. Y más cuando es un trabajo de lectura, porque no les interesa leer", responde.
De Guapi a Chicoperez
A pesar del panorama, Marino cree que Guapi es el sitio ideal para trabajar por la dificultad que eso representa: "Es mejor así, porque entonces se nota más lo poquito que uno hace".
Lo que más le llena el alma son las visitas en lancha y canoa a las "escuelitas", como él las llama, de las veredas de Guapi. En sus viajes, ha roto fronteras, llegando hasta Chicoperez, Nariño.
A las veredas lleva donaciones, realiza actividades de lectura y presenta películas (las de la maleta de cine del Ministerio de Cultura).
"La idea no es tirarles los libros en la escuela e irnos. Ellos no tienen el hábito de la lectura y tenemos que acompañarlos", comenta Marino, quien viaja cada mes por río y mar.
A Marino nadie le enseñó a promover la lectura. Sus actividades, producto de la intuición y de la emoción, y las donaciones que ha conseguido han llegado a unos 7 mil niños, según sus cálculos.
Haría cualquier cosa para que su pueblo entendiera que "uno puede leer un libro para relajarse, para divertirse", como él dice.
Por ello, ya está madurando otra idea, esta vez bastante más grande.
Frente a la Alcaldía de Guapi hay un terreno vacío que antes era ocupado por el antiguo teatro. Marino sueña con hacer un centro cultural, que calcula podría costar unos mil millones de pesos. Dice que está seguro de que a la gente le gustaría. En el primer piso ubicaría un auditorio, porque allá no hay un solo salón de eventos.
En el segundo, la biblioteca Helcías Martán. Y, en el tercero, la Casa de la Cultura. No le parece demasiado difícil lograrlo. De hecho, ya consiguió lo inimaginable.
"Marino es una persona muy importante en la comunidad. En el municipio no existía biblioteca. Él se empeñó en conseguirla y lo logró".
Henry Garcés, de la Secretaría de Educación y Cultura de Guapi.
"Me gustan los cuentos y las fábulas. Los libros cortos me los leo aquí en la biblioteca y los largos me los llevo para la casa. De grande quiero ser investigador".
Rafael Grueso, 12 años, sobrino de Marino y visitante de la Biblioteca Helcías Martán.
PAOLA VILLAMARÍN
ENVIADA ESPECIAL
GUAPI (CAUCA)
Marino Grueso, impulsor de la lectura en Guapí
A Marino Grueso nada le parece demasiado lejano ni demasiado difícil. Ni remontar el río Guapi, durante dos horas y media en canoa, para llegar a la lejana vereda de Santa Clara, donde ha entregado libros y ha hecho actividades de lectura, ni sacar adelante una Casa de la Cultura que estaba en ruinas, cubierta de lama y agua verde, a la que pocos se asomaban.
Hijo del mar, pues nació en un barco a una hora de Guapi, Marino tiene apenas 25 años y ha logrado cosas sorprendentes.
Ha gestionado donaciones de bibliotecas convencionales -con libros infantiles y de consulta- y bibliotecas pilotos -que incluyen área de computadores- a 28 veredas de Guapi (Cauca) y consiguió no solo que el casco urbano recuperara su biblioteca pública, la Helcías Martán, que estaba prácticamente abandonada, sino que se abriera la de la Universidad de Las Islas Baleares-Guapi, con donaciones españolas.
A pesar de todo lo que ha hecho, Marino es el hombre más sencillo del mundo.
Vive en una casa de dos pisos con 16 personas, entre sus padres, hermanos y sobrinos. No comparte habitación, lo cual lo hace decir que allá no viven "hacinados". No piensa mucho en su pinta: usa siempre bluyines, camisetas y, si se puede, esqueletos. Y no anda demasiado pesado: dejó de lado la idea de una biblioteca personal, porque considera que cuando uno lee un libro debe regalarlo inmediatamente; por eso ha comprado El libro de los abrazos, de Eduardo Galeano, unas diez veces.
Su madre es maestra del Colegio San José, de Guapi, y su padre, transportador fluvial. Marino dice que en el colegio nunca lo impulsaron a ser lector. "Es triste, porque aquí no leen ni los profesores", comenta.
Cuando se fue a Medellín a seguir la carrera religiosa, Marino empezó a estudiar filosofía. Ahí le dieron una gran dosis de clásicos griegos, entre ellos La Ilíada y La Odisea, que le gustaron tanto que los leyó tres veces cada uno.
Después, él solo, descubrió a Galeano y a Gabriel García Márquez: "Todos los sentimientos habidos y por haber están en Cien años de soledad. Ese libro me hizo desde llorar hasta morirme de la risa", afirma Marino cerca del anaquel de 'Gabo' en la Biblioteca Helcías Martán, donde también funciona la Casa de la Cultura de Guapi.
A la calle y en altavoz
Todas las tardes, a las 4 p.m., Marino -director de ambas instituciones- les lee en voz alta alguna historia a los quince niños que usualmente están presentes. Lo ayudan jovencitos que
prestan su servicio social.
Para ampliar la cobertura del amor a los libros, algo complejo en un pueblo con una gran tradición oral, Marino y su equipo sacan al parque un equipo de sonido y un altavoz, con el que invitan al encuentro y a través del cual leen un cuento o un fragmento de una novela. Para abarcar todos los frentes, Marino ubica sobre la acera libros de costura, modistería, arreglos florales, carpintería, plomería, etc. "Así la gente se acerca y ve que los libros también le sirven", dice con convicción.
Pero aún falta mucho. Aunque Marino se siente apoyado por las autoridades guapireñas -jamás olvida la ayuda de la ex alcaldesa Brasilia Romero-, la apatía de la gente corriente de su pueblo le quebranta el ánimo. "¿Qué es lo más difícil del trabajo?", se le pregunta. "Que la gente aquí casi no reconoce lo que uno está haciendo. Y más cuando es un trabajo de lectura, porque no les interesa leer", responde.
De Guapi a Chicoperez
A pesar del panorama, Marino cree que Guapi es el sitio ideal para trabajar por la dificultad que eso representa: "Es mejor así, porque entonces se nota más lo poquito que uno hace".
Lo que más le llena el alma son las visitas en lancha y canoa a las "escuelitas", como él las llama, de las veredas de Guapi. En sus viajes, ha roto fronteras, llegando hasta Chicoperez, Nariño.
A las veredas lleva donaciones, realiza actividades de lectura y presenta películas (las de la maleta de cine del Ministerio de Cultura).
"La idea no es tirarles los libros en la escuela e irnos. Ellos no tienen el hábito de la lectura y tenemos que acompañarlos", comenta Marino, quien viaja cada mes por río y mar.
A Marino nadie le enseñó a promover la lectura. Sus actividades, producto de la intuición y de la emoción, y las donaciones que ha conseguido han llegado a unos 7 mil niños, según sus cálculos.
Haría cualquier cosa para que su pueblo entendiera que "uno puede leer un libro para relajarse, para divertirse", como él dice.
Por ello, ya está madurando otra idea, esta vez bastante más grande.
Frente a la Alcaldía de Guapi hay un terreno vacío que antes era ocupado por el antiguo teatro. Marino sueña con hacer un centro cultural, que calcula podría costar unos mil millones de pesos. Dice que está seguro de que a la gente le gustaría. En el primer piso ubicaría un auditorio, porque allá no hay un solo salón de eventos.
En el segundo, la biblioteca Helcías Martán. Y, en el tercero, la Casa de la Cultura. No le parece demasiado difícil lograrlo. De hecho, ya consiguió lo inimaginable.
"Marino es una persona muy importante en la comunidad. En el municipio no existía biblioteca. Él se empeñó en conseguirla y lo logró".
Henry Garcés, de la Secretaría de Educación y Cultura de Guapi.
"Me gustan los cuentos y las fábulas. Los libros cortos me los leo aquí en la biblioteca y los largos me los llevo para la casa. De grande quiero ser investigador".
Rafael Grueso, 12 años, sobrino de Marino y visitante de la Biblioteca Helcías Martán.
PAOLA VILLAMARÍN
ENVIADA ESPECIAL
GUAPI (CAUCA)
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.